Reseña de «Balada de pájaros cantores y serpientes» de Suzanne Collins

mayo 23, 2020



Sinopsis:
La ambición será su motor.
La rivalidad, su motivación.
Pero alcanzar el poder tiene un precio.
Es la mañana de la cosecha que dará comienzo a los décimos Juegos del Hambre. En el Capitolio, Coriolanus Snow, de dieciocho años, se prepara para una oportunidad única: alcanzar la gloria como mentor de los Juegos. La casa de los Snow, antes tan influyente, atraviesa tiempos difíciles, y su destino depende de que Coriolanus consiga superar a sus compañeros en ingenio, estrategia y encanto como mentor del tributo que le sea adjudicado.
Todo está en su contra. Lo han humillado al asignarle a la tributo del Distrito 12. Ahora, sus destinos están irremediablemente unidos...



Muchos ya han dicho que a este libro le falta dirección, que Snow es un personaje plano y pasivo, que está lleno de imprecisiones y que, en pocas palabras, Suzanne Collins se chin*ó la rodilla. 
Yo vengo a decir lo contrario. 


En un principio vaya que tenía mis dudas y reservas, en especial viendo esa portada que parece patrocinada por Raid Matabichos, pero entendiendo este libro como lo que es (UNA PRECUELA), creo que logra muy bien su cometido. Y hasta ahí. Si lo lees como si fuera un híbrido de la trilogía original estarías cometiendo un grave error, porque ese no es el propósito. 

Con The Ballad of Songbirds and Snakes Collins traza la difícil ruta de un joven, maquiavélico, aspiracional y empobrecido Coriolanus Snow, cuyo máximo sueño es ganar como mentor de los décimos juegos del hambre para granjearse un buen futuro en la universidad. Hasta que la suerte no parece estar de su parte y le es asignada una joven cantante del distrito doce con una rara relación con las serpientes (¿eres tú, Taylor Swift?).




A grandes rasgos, esa es la trama. Un intenso tira y afloja de aspiraciones, traiciones e intrigas en la búsqueda de ser el ganador no de los juegos, sino de su propio futuro y de las trampas que le tienden a él, el futuro presidente de Panem. 


En cuanto al estilo de la autora, hay un cambio muy significativo: que ya la narración no es en primera persona. Claramente, eso fue lo primero de lo que renegué, pues detesto ese tipo de narración al no dejarme el mismo tipo de inserción en la historia. ¿Collins lo supo llevar con astucia? Sí, pero pudo haber sido mejor con dos voces (Snow y Lucy, la tributo) porque así sentí que el ritmo se atascaba. Aunque, hablando de ritmo, lo mejor de todo es que sí quedan vestigios de la vieja Collins en esta entrega con los cliff-hangers a los que nos tenía acostumbrados y esa cadencia impecable que siempre nos entregaba sorpresas a su tiempo.


Ahora bien, ¿qué funciona y qué no funciona? Empezaré por lo primero. Lo funcional de esta entrega es la construcción tan bien delineada de los juegos del hambre como los conocimos en la trilogía original (aunque quedaron algunos huecos), ya que estamos dentro de la Academia donde estudia Snow y donde interfiere con los demás estudiantes en su planeación. Asimismo, Collins explora la filosofía de la maldad humana, el porqué de la guerra, el contrato social y los roles de poder. Con tal solo leer los epígrafes sabemos muy bien lo que nos espera: una autora que dará un retrato descarnado de unos juegos primitivos y muy sangrientos, todo un experimento literario hasta saber los límites a los que puede llegar el instinto de supervivencia. Por último, me encantaron los altos (fueron muy pocos) y los bajos (muchos) por los que pasó el protagonista desde su cargo como mentor hasta su etapa de enamoramiento (y muchas etapas más que no puedo decir porque «spoiler» pero que son muy impactantes). Ah, y no nos olvidemos de las icónicas canciones a lo largo de esta novela (por algo es parte del título del libro); guardan más de una sorpresa.

Ahora, lo que yo pienso que no funcionó en esta precuela fue el relleno. A lo largo de las páginas persistía mi inquietud por que pasara un acontecimiento de verdad y el libro remontara (cosa que pasó por el 60 %, más o menos). De igual manera, Snow me desencantó en un inicio por su linealidad; dio la apariencia de un personaje casi sin contradicciones ni hondura en la mayoría de los capítulos. Aunado a lo anterior, otro fantasma poblaba mis pensamientos: ¿esto lo escribió Collins o uno de los escritores fantasma asignados por Scholastic? Y no sé si fue por el cambio de perspectiva, pero una autora de tanta envergadura para hacer lo que hizo años atrás no hubiera dejado tantos cabos sueltos como en esta ocasión.

Suzanne bien orgullosa viéndome cómo le tiro veneno a su libro.

Es decir, había mucha tela de dónde cortar para dejarnos boquiabiertos, y el resultado sí fue una balada disfrutable con sus altos y sus bajos, pero no una que te volara los tímpanos de tanto ponerla en bucle. Aun así, la entrega cumple su cometido al brindar los aspectos más notables del mundo de Panem con las secuelas de los Días Oscuros, una arena desdibujada pero atrapante por lo primitivo del asunto y un villano que poco a poco va acrecentando su veneno. Ah, y eso sin olvidarnos de Lucy, que de tan ¿equis? hasta a la autora se le olvidó darle un final. Pero eso lo veremos con el tiempo, porque no todo puede acabar aquí.













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